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Memoria de cemento (2015)

* Ficha técnica

 

Título general: “Memoria de cemento”

 

  • Título pieza 1. “Memoria de cemento (17/05/1980)”

  • Título pieza 2. “Memoria de cemento (05/04/1992)”

  • Título pieza 3. “Memoria de cemento (28/08/2003)”

 

Técnica: Instalación – Fotografía digital en cemento

 

Medidas: 3 piezas de 80 x 50 x 20 cm cada una

 

“… si lo que ha vencido no es simplemente el objeto que el ojo humano identifica como vencedor, sino, antes que nada, el mecanismo mismo de la visión del que depende tal identificación, entonces es necesario reconocer que sin importar cuál sea el objeto sobre el que se detenga, el mecanismo mismo habrá determinado de antemano y necesariamente el orden, la naturaleza y le carácter de toda categorización y valoración de los objetos que se ofrecen a la mirada” (Elizabeth Collingwood-Selby, El filo fotográfico de la historia. Walter Bejamin y el olvido de lo inolvidable).

 

 

“Mi lógica fue la siguiente: si los medios de comunicación y sus imágenes nos llenan con una ilusión de presencia, que finalmente nos deja con un sentimiento de ausencia, ¿por qué no ensayamos lo contrario? Es decir, ofrecer una ausencia que quizás pueda provocar una presencia” (Alfredo Jaar, La política de las imágenes).

 

I.

La memoria, -facultad que recoge, y carga de sentido y valor los acontecimientos del pasado- es fundamental en el proceso de construcción de la identidad -individual y colectiva-. Nos permite reconocer que lo que somos en el presente es la síntesis de todo lo que nos ha tocado vivir y ser conscientes de que tanto los eventos positivos como los negativos son igual de relevantes pues son las marcas que determinan cómo hemos llegado a ser lo que somos. No aceptar esta intrínseca unidad entre memoria e identidad es negar el origen existencial de todo lo que nos define: creencias, ideales, deseos, temores, aspiraciones, gestos, hábitos, valores, etc. Nuestra singularidad en el presente es tal en función de la forma en que procesamos nuestro pasado. Es decir, gracias a la manera en que hacemos historia.

 

Pero es imposible recordarlo todo. La memoria debe, por ello, abocarse a una trabajo de selección. Es necesario editar nuestras imágenes del pasado. En este sentido, la construcción de la identidad se despliega a partir de un proceso (inconsciente/consciente) en el que se decide qué debe ingresar al orden de lo visible, decible y pensable, y qué debe, por el contrario, caer en el baúl sin fondo de lo inmemorial. Acá es cuando surgen cuestiones urgentes: ¿quiénes deciden qué vale la pena ser recordado y qué no? ¿bajo qué criterios y con qué objetivos? ¿cuáles son sus intereses? ¿qué relaciones de poder están involucradas? ¿por qué visibilizar/nombrar algunos acontecimientos y otros no? Responder estas preguntas implica una tarea harto compleja. Sin embargo, necesaria. No es otro el ejercicio crítico que un individuo necesita hacer consigo mismo para alcanzar una vida auténtica y que una nación tendría que poner en práctica para construir una sociedad civil e instituciones políticas sólidas.

 

II.

“Memoria de cemento” forma parte del Proyecto “Pliegue/Despliegue”, investigación que indaga críticamente sobre las condiciones a partir de las cuales se construye el orden de lo visible en el Perú contemporáneo. La hipótesis de partida de este proyecto es que cualquier proceso por el cual algo nos es dado a ver (despliegue) implica, simultáneamente, un movimiento de velado (pliegue) en otro orden del tejido visual.

 

“Memoria de cemento” se pregunta específicamente por el trabajo de elaboración de la memoria (y el olvido) en las tres últimas décadas de la historia política del Perú. Cuestiona la forma en que un amplio sector de la ciudadanía, de las instituciones públicas y privadas, de los partidos políticos, de los medios de comunicación, entre otros, han desplegado sistemáticamente estrategias para “dejar atrás” (negar, silenciar, reprimir) los acontecimientos (y sus representaciones) más importantes vinculados a los años de violencia política vividos entre el año 1980 y el 2000, amparándose en la retórica neoliberal de la “Marca Perú”, y en la perversa y reduccionista equivalencia entre: bienestar = progreso = desarrollo económico = inversión en infraestructura = obras = cemento.

 

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